Sabía que me observaba.
Lo vi.
Lo sentí.
Oli era peligroso, un luchador clandestino ilegal que era brutal y poderoso.
Nunca había conocido a un hombre más... hombre que él.
Dijo que siempre estaría en mi vida.
Dijo que siempre se preocuparía por mí.
Yo también me sentí así. Pero lo amaba. Tanto que sabía que no habría otro hombre para mí.
Y esta noche era la noche. Él sabría cómo me sentía, sabría lo que quería. Las cosas que me hizo sentir... eran obscenas, sucias.
Me hicieron quemar viva.
Y cuando me dijo que me quería a mí, solo a mí, que estaba obsesionado con mi pensamiento, supe que no había vuelta atrás.
Oli era más grande que la vida. Y la forma en que me miró me hizo sentir como si yo fuera la única cosa que saciaría la parte masculina y primitiva de él.
Así que aquí estaba yo, viéndole luchar, viéndole destruir la competencia como si no significara nada, sabiendo que después de esta noche sería suya en todos los sentidos.
En todos. Los sentidos.
